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Utopías

        Hubo un tiempo, en el que las utopías eran los personajes que vivían en nuestros sueños. Ellos llenaban un vacío en nuestros adentros, delante del presente disgustoso en el que vivíamos. Como un tipo de futuro conjeturado. Y sólo tendríamos que sentarnos y aguardar que él se convirtiera en realidad.
        Mientras tanto, vivíamos nuestras vidas, cumpliendo nuestras tareas a diario, y preparándonos para una revancha contra las dificultades y contra nuestros límites, pensando en aquel futuro idealizado.
        En las conversaciones con los amigos, imaginábamos las posibilidades de la tecnología, y, también, de las relaciones humanas iguales a todos sin las diferencias sociales o étnicas, más allá que la evolución tecnológica.
         Las utopías eran envueltas de esperanzas, viendo, con anticipación, el paraíso celestial siendo preparado aquí en la tierra.
       Ellas eran las ilusiones que creábamos sin conocer, realmente, aquellos que estaban al lado, dividiendo con nosotros las posibilidades de ese futuro, sin pensar que el tiempo transforma, o revela, quienes son nosotros. Existía, en algunos, un antagonista muy fuerte, escondido en sus pensamientos, contra las utopías, sin duda: la codicia, el mal que las destroza. En las utopías no es permitido prohibir, a los sueños no se les permite agarrotase. Entretanto, para los sueños existen las pesadillas, las antítesis de la esperanza.
         Llegamos al futuro, y vemos las pesadillas sobreponiéndose a los sueños, a las utopías.
       Listos para vivirlas desde el pasado, nunca tuvimos preocupaciones por defenderlas en el futuro, contra las pesadillas. El futuro está aquí, las personas se reconocen como son, la codicia está imponiéndose por poder, por dinero o, simplemente, por ganas de impedir a la esperanza irrumpir; y, contra ella, una rabia sin sentido.
        Percibimos que las utopías no son para todos y nunca pertenecieron, realmente, al imaginario de todos. Hablar acerca de las utopías, como una historia posible, pero no concretamente, creyendo en ellas, es el pensamiento del espirito falso. Vivir las utopías es abrirse más allá de los sueños.                 Porque las utopías son sólo el ejercicio de la fantasía, para los supuestos realistas, el devaneo de los soñadores.
       Pesadillas, algunos esconden en sus adentros para, en el futuro, regatearlas con los soñadores. Los soñadores creen en la sinceridad, pero la codicia cree, sólo, en sí misma. En el egoísmo no hay espacio para las utopías.
        Hoy en día, viendo la humanidad caminando rumbo al caos, una vez más, porque experimentó siempre esta caminata a lo largo de la Historia, hasta que consiga su destrucción, nos lleva a pensar acerca de las utopías. ¿Continuaron existiendo?
        Yo espero que sí. Porque las utopías adormecen en la esperanza que muchos, silenciosamente, guardan en sus adentros. Y la esperanza es la última que va a morir. Deseamos que ella se quede más tiempo entre nosotros. Mientras ella sobrevivan, las utopías podrán, quién sabe, resistiendo al tiempo, transformarse, a su gusto, en su propio futuro, en realidad.

Fuente de la foto: Photo by Alesia Kazantceva on Unsplash

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Nilson Lattari

Nilson Lattari é carioca, escritor, graduado em Literatura pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro, e com especialização em Estudos Literários pela Universidade Federal de Juiz de Fora. Gosta de escrever, principalmente, crônicas e artigos sobre comportamentos humanos, políticos ou sociais. É detentor de vários prêmios em Literatura

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