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¿Creer vale la pena?

        Hoy en día, nos preguntamos, si con la cantidad de informaciones que penetra por el umbral de nuestra conciencia, venida de los diarios, de las redes sociales, de los libros que leemos, de lo que oímos de las personas, de sus contradictorias formas de pensar, y sus diversos puntos de vista ¿debemos continuar creyendo? Y, si elegimos hacerlo ¿en qué o quiénes debemos creer?
       Creer, muchas veces, es un acto de fe. Creer es conceder a alguien o algo, a una persona o entidad, nuestra fe. Creer en un proyecto, que sea nuestro o de otro, que venga al encuentro de nuestros deseos por un mundo mejor, para todos o solo para nosotros, es una elección difícil.
        Es difícil creer, simplemente, y, a la vez, es fácil creer en una entidad, afuera de nosotros, de nuestras esperanzas y de nuestras creencias. El futuro nos da lo incomprensible, y porque no lo adivinamos nos da la incertitud. Solamente la creencia en algo nos lleva más allá. En el reverso, tenemos la descreencia, la deconstrucción del futuro. Quizá, miramos el pasado con romanticismo, como una manera de huir de nuestros problemas.
       Podemos preguntarnos si debemos creer, o podemos, también, preguntarnos por qué creemos, o el porqué de la necesidad de creer en algo. Podemos, también, vivir cada día, sin preocupaciones por el futuro, viviendo un día cada vez.
       Creer es dar crédito o recibir crédito, como si estuviéramos entrando en una tienda para comprar algún objeto que deseamos; entramos en la vida en la búsqueda de un futuro, trabajamos por él, para tenerlo por siempre.
         ¿Por qué creemos?
         Creemos porque nuestro momento actual no es bueno, no nos deja felices. Deseamos mejorar para vivir un presente mejor, en el futuro.
        Creemos y sentimos fe en algo porque la fe es una posibilidad, es desear lo imposible o es, absolutamente, innecesaria y solamente creemos aún a razón de una fuerza que tenemos en nuestros adentros, en la creencia en algo superior.
         Si oímos noticias malas, sobre el descontrol de las instituciones en el mundo, las decepciones con el prójimo, ¿cómo creer en alguien o en algo?
La respuesta, claro, podría ser que damos crédito a cosas erradas. Creemos en acontecimientos mentirosos, en instituciones arruinadas y en personas de ese tipo. O somos tan desprotegidos y desinformados que es más cómodo creer en una entidad, en algún discurso fácil, al contrario de luchar por nosotros mismos.
         Creer es siempre importante y necesario. Sin ese crédito en el futuro, nuestro presente se convertirá en una vida insoportable.
        No hay mal que dure para siempre o bien eterno, es una manera de decir que nuestra creencia en algo es aguardar en la orilla de la carretera que la tempestad pase. Cuando creer es un propósito, dando un rumbo en nuestras vidas, sin permitir que el prójimo sea el que nos conduzca, si nos encargamos de nuestro destino, debemos pensar que ser libre es arriesgarse en esta libertad.
         Creer es conducir nuestra vida, aunque las perspectivas sean de un horizonte lejano o un quehacer matutino. Creer es hacer cosas obedeciendo su tiempo de espera, en sintonía con la marcha que avanza despacio en la caminata, porque toda creencia es arcilla, y la paciencia es lo que la hace secar y volverse fuerte.

Fuente de la foto: Photo by Catalin Pop on Unsplash 

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Nilson Lattari

Nilson Lattari é carioca, escritor, graduado em Literatura pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro, e com especialização em Estudos Literários pela Universidade Federal de Juiz de Fora. Gosta de escrever, principalmente, crônicas e artigos sobre comportamentos humanos, políticos ou sociais. É detentor de vários prêmios em Literatura

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