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Recuerdos y estafas

       Lo que es antiguo tiene Historia y muchas historias son continuaciones de otras, formando un tejido que se esparce por el tiempo. Cuando un hombre o una mujer sabios o no, mueren, llevan con ellos sus recuerdos. Podemos imaginar cuánto conocimiento está perdido. Es como un museo, una biblioteca de conocimientos que simplemente se deshace en el aire, desaparece, y no podrá ser rehecha. Los errores y aciertos cometidos por la gente vieja son despreciados por ser anticuados, viejos y arcaicos, pero son lecciones que dejan enseñanzas.
        Hay silencio en las miradas de un viejo o de una vieja, abuelos de cosas que vivieron antes, cuando ellos las ven repetidas y saben que sus alertas no serán oídas. En los silencios de sus miradas hay un mensaje que desea avisarnos. A la vez, ellos temen la crítica o, sabiamente, perciben que pocos les oirán.
       Algunas miradas son valientes y algunas veces son graciosas cuando ven o se dan cuenta de los errores de otros más jóvenes. No es que todas las miradas posean ese conocimiento, porque algunos vivieron y no aprendieron nada. Cometieron los mismos errores, con la esperanza vana, quizá, de probar que están perfectos y así intentan nuevamente.
        Las estafas vuelven de la misma manera, pero, distintamente de los recuerdos, no se presentan como lecciones.
       La soberbia para intentar comprender el mundo sin revisar la Historia, rechazando el conocimiento de los que vivieron antes, es la señal más clara que algo va a la basura. Preguntar no es un insulto y, por ende, buscar la historia en los libros y en las miradas de los viejos tiene su importancia. Los recuerdos de los que vivieron antes y las enseñanzas de lo que oyen o leen pueden desarmar las trampas viejas con aspecto de nuevas.
      Recuerdos son la Historia sin los aparatos estructurales que el opresor intenta utilizar para encubrirlos. Nuevos encantamientos para éxitos sospechosos son las trampas para seducir la gente sin experiencia, atraídas por lo supuestamente nuevo.
        Los opresores, así como los recuerdos, son personajes redundantes. Los opresores se renuevan por generaciones y utilizan las mismas fantasías para atraer a los que no se quieren sentir viejos. El recuerdo es viejo, por eso él es sabio y el proceso de dominación es sabio también, porque es astuto y divide a la gente. El recuerdo no tiene trampas, porque él no se miente a sí mismo, y por eso es el antídoto para las viejas trampas.
        Sin embargo, para dominar es necesario competir con el recuerdo, rehaciendo los viejos discursos para la gente nueva, e intentar venderlos como nuevos para la gente vieja.
         No es que las ideas nuevas sean nefastas, porque la imaginación es parte de la invención, de lo nuevo. Las nuevas ideas, si están basadas en las mismas estructuras, serán las mismas de antes. Es necesario “educar” lo nuevo para que él no erija un imaginario, una nueva manera de vivir.
        El viejo y el recuerdo luchan una antigua batalla. Ellos luchan por lo nuevo. El primero lucha para ser una nueva manera de pensar lo mismo, mientras el segundo mantiene las lecciones para que el viejo no renazca.
          Despreciar los recuerdos es enfrentar una enfermedad vieja, sin la vacuna.

Fuente de la foto: Photo by ian dooley on Unsplash 

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Nilson Lattari

Nilson Lattari é carioca, escritor, graduado em Literatura pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro, e com especialização em Estudos Literários pela Universidade Federal de Juiz de Fora. Gosta de escrever, principalmente, crônicas e artigos sobre comportamentos humanos, políticos ou sociais. É detentor de vários prêmios em Literatura

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