El hechizo del deseo
¿En dónde está ese objeto llamado deseo cuando estamos solos y abandonados? ¿De dónde viene cuando nuestros ojos brillan y en nuestros adentros sentimos un fuego encendido y el mundo se convierte en un coloreado lleno de voluntades inconfesables?
¿Qué raro hechizo nos mueve la mirada o el pensamiento delante de un escaparate, y disfrazamos para admirar en la calle, en el otro lado, como si fuéramos un voyeur sumergido y enamorado, la mirada nebulosa, casi cerradas, viendo un objeto de deseo desnudo, inocentemente, en nuestra imaginación?
¿Qué raro hechizo es ese que mueve nuestra imaginación y la hace rumbar velozmente al infinito y en un cerrar y abrir de ojos logra adivinar enteramente por oír el sonido de un caminar cerca de nosotros y después podemos descifrar los trazos y contornos de un cuerpo?
Es un hechizo, un encantamiento, un objeto de deseo coloreado, mágico o a lo mejor el propio encantamiento corporal que se va caminando por las calles y, aunque esté entre todos, se va sobresaliéndose y nuestra mirada le acompaña.
O es un hechizo cualquier, ese raro objeto que nos atrae sin saber el por qué. Puede ser un cabello peinado de una forma rara, una ropa perfecta, un perfume que no habíamos sentido en nadie, o en una sonrisa descuidada, e imaginamos que la provocamos.
El deseo y su hechizo no tienen un amo. Muchas veces gritan desesperados en las rejas, sometidos a nuestras censuras que los condenan. Los rechazamos para mantenernos seguros y nos escondemos bajo una vergüenza o una timidez que nos daña.
Deseos son hechizos que se caen sobre nosotros como la nube inocente que esparce sobre todo una lluvia intensa. Pueden estar en donde no imaginamos y nos colocan en lugares raros y, finalmente, florecen entre dos que se entremezclan en tonterías.
Hechizos los lanzamos al viento para satisfacer nuestros deseos, y en hechizos que guardamos, estratégicamente, como el caminar de la serpiente llena de ondulaciones y pensamos en otra cosa, y los tocamos, levemente, como si la magia pudiera salir desde nuestros dedos y contaminar, dulcemente, el hechizo que deseamos.
Origem de la foto: Foto de Leohoho na Unsplash
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