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En la búsqueda de un ángel

       Algunas personas creen en la existencia de ángeles. Seres que nos protegen, particularmente, y cada uno de nosotros tendríamos un ángel para llamarlo como nuestro. En la biblia, Dios otorgó al Diablo el permiso para que hiciera daño a Job, uno de sus más fieles creyentes. Lo permitió porque que la creencia en su existencia estaba en la capacidad de los hombres, simbolizados por Job, en mantener su fe aunque supusieran quedarse abandonado por Él.
        ¿Cuáles serían, entonces, los términos que Dios ha dado a sus ángeles para protegernos? Es perfecto que a la fuerza del mal le fue dada la liberación para hacerle a Job lo que quiera, salvo su muerte. ¿Tendrían nuestros ángeles la misma libertad?
       Job se preguntaba por qué Dios le había permitido este sufrimiento. ¿Nosotros, también, sufrimos? ¿O la misión de los ángeles sería guiarnos? ¿Si nosotros tenemos conductas perfectas? Nada hay garantizado. Sea la existencia de los ángeles, sea su supuesta misión.
        Cuando estamos enfermos o con mala suerte, pedimos a Dios, o a nuestro ángel, una salida, una puerta por donde podremos pasar y seguir arriba de las adversidades. Si no somos atendidos es porque, quizás, la puerta de salida esté allí, en donde podemos alcanzarla, y no es necesaria la ayuda de Dios, o de algún ángel, sólo no queremos percibirlas o soportar las adversidades. ¿Qué podría hacer un ángel?
        Hasta cuando construimos nuestros problemas, es porque nos lanzamos a ellos, no establecemos una puerta de salida, y en este caso, aquel que le dio la luz que lo ampare.
        Pero, hay momentos cuando algunas coincidencias ocurren, como si alguien moviera el tablero de ajedrez de nuestras vidas, y en la vida de otros, que las cosas se encajan. Algunos dicen ser obras de la casualidad, de la suerte, de un milagro. Al final de todo, hay siempre una explicación. No comprendemos nuestra fuerza natural para alcanzar la salida, que es aquella que menospreciamos, sin imaginar nuestra capacidad de reaccionar.
        Sin embargo, hay otras. Aquellos acontecimientos que surgen de la nada, que dudamos de las cosas, que se asemejan demasiado, igual coincidencia. Y son cosas que ocurren solo una vez en la vida. Y, en esa hora, necesitamos reflexionar: ¿Menospreciar un regalo venido del cielo? ¿Habremos aprendido una lección?
        Pasó fatal. Ángeles, quizás, son maestros, que nos ayudan, pero desean alumnos laboriosos y perseverantes. Equivocarse aunque que sea. ¿Dos? ¿Nos los creerán? En este caso, no hay ángel que lo remiende.
      ¡Podremos imaginar ángeles en nuestras vidas, y es una cosa buena! ¡Que hayan seres celestiales encargados de nuestra protección! Si los sobrecargamos con nuestros errores, será una misión ingrata para ellos.
       La decisión es pensar dos veces antes de actuar. Ayudar a nuestros maestros. Hasta la hora final, cuando sus manos nos enlacen, porque no conciben milagros, creo. Y si hay una coincidencia, en la cual no la creemos, piénsatelo bien: quizás sea un ángel, que no le ha dado muchas tareas en su vida, y hay alguien arriba de vosotros a gusto.

Fuente de la foto: https://morguefile.com/creative/svklimkin

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Nilson Lattari

Nilson Lattari é carioca, escritor, graduado em Literatura pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro, e com especialização em Estudos Literários pela Universidade Federal de Juiz de Fora. Gosta de escrever, principalmente, crônicas e artigos sobre comportamentos humanos, políticos ou sociais. É detentor de vários prêmios em Literatura

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