Dioses y hombres
En todos los momentos, y son muchos, que grandes figuras políticas, religiosas, deportistas, en resumen, de cualquier actividad humana, mueren, nos dejan la sensación de un hueco en nuestra humanidad. Algunas me cogieron, profundamente, como la muerte del pensador brasileño Darcy Ribeiro. De repente, sentí que nunca más podría tener la oportunidad de, un día, poder conversar con él.
Esas figuras son importantes para unos y no para otros. Es la palabra que nos toca: la importancia. No hay el más grande del mundo, hay el distinguido, aquel que cambió alguna cosa en los adentros de alguien, de una comunidad, de un país.
Maradona, un estupendo e importante player en esa constelación de distinguidos, merece la tristeza de algunos, el desprecio de otros, desdén, frustración. Así son los liderazgos, no contentar a todos, y, a la vez, conseguir congregar a su alrededor una gran cantidad de fans. El hecho de mezclar lo que el ídolo hace en su profesión y lo que piensa es la causa que divide las opiniones.
Pienso que sí, pero, también, que no, porque el sentimiento de admiración y desprecio está en nuestro interior. La magia que hay en los pies, en las manos, en las mentes de algunos no debería ser el motivo para encubrir al ser humano que hay en sus adentros.
Ídolos no tienen el compromiso de hacer lo que sus fans desean, ellos deben ser lo que son. Contentar a todos ni es posible ni deseable. Tengo mis críticas. Pienso que admiro a los que nunca se olvidaron de su origen. Y la transmiten en sus palabras: su origen.
Muchos se olvidan, y acogen el pensamiento de clases a las cuales nunca pertenecieron. Si alguien nace en una cuna dorada, con privilegios, se convierte en alguien importante, y piensa como sus semejantes, es más comprensivo que los que borran su pasado y se venden a los que nunca antes de su gloria los deseaban.
Debemos respetar a los que nunca se olvidan de su origen. Y respetar a los que, a pesar de su origen, no ven méritos en vencer entre los desiguales.
Ídolos tienen el derecho de ser lo que son. No tienen responsabilidad de ser seminaristas. Siendo auténticos son polémicos, y siendo auténticos son criticados por no seguir en un trayecto establecido por el marketing, por ende, merecen respeto.
Para los que sintieron el brillo en los ojos delante de una patada en la pelota, estupenda, sofocando la admiración por despecho, la única respuesta es el desprecio. Para los que, a pesar de las diferencias, sin embargo, comprometidos con la humanidad, reconocen los grandes hechos, esos son los verdaderos fans.
Lo que causa el desprecio en los que ven imperfecciones en hombres como Maradona, y mujeres también brillantes, es la envidia, porque ellos son las voces de los olvidados.
Al final, una vez alguien me preguntó cómo una persona que leyó tanto, tenía pensamientos ideológicos tan distintos al suyo, y le contesté que, quizá, yo fuera así, exactamente, por la misma razón.
Maradona fue así. Fue así, exactamente, por la misma razón, sus razones.
Fuente de la foto: bbc.com, internet
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