Una carta
Cuando Julio prendió el radio, una música muy suave y conocida cogió el ambiente. Era la música de ellos que tocaba. Julio recordó aquel momento único como si solamente aquella música, fuera capaz de volver al tiempo.
Se sentó en la silla del escritorio y miró a su rostro en el espejo. Colocó una hola blanca de papel, que tenía en sus manos, en la mesa, y dibujó lineas, empezando a escribir una carta a Dolores. Pero sus manos se paralizaron.
Sus ojos se humedecieron, como si cada nota musical se deslizase en su rostro, desaguando en lo refinado solo de una guitarra, que susurraba el sonido insinuante de un grito de ayuda. Algunas gotas cayeron en el papel, listas para esparcir al azar notas musicales de una partitura inexistente.
Apartadas en el papel, el agua lacrimosa lo arrugó en algunos puntos, deformándolo, y, rápidamente, evaporaron, dejando en cada dobladura apretada y sufrida, la remembranza de un abrazo de recuerdos, a echar de menos.
Cada palabra que venía a sus pensamientos aturdidos era lo mismo que sus lágrimas que temblaban como los sonidos de un pájaro triste, por no tener compañía. Imaginaba su carta yéndose y tocando el corazón de Dolores, tocando el aire, llevada por el viento, reviviendo el último recuerdo de su ex amada, cuando su rostro, dejando, como última imagen, sus cabellos balanceándose, mientras se iba, como una mano maniobrera diciéndole adiós.
Intentó, mientras buscaba palabras, imaginar el color de antes, cuando veía la vida encantada, en la última imagen desvanecida que guardaba de ella, y que la retenía para no borrarla de sus recuerdos, pasando de un cuadro a un modelo, después al peligro de convertírsela en una nube difusa de pasado.
Lo multicolor de sus lágrimas se deslizó por su rostro, nacidas desde su imaginación, y colocadas en el fondo lamentoso de su corazón.
Sus manos temblaron mientras la tinta azul cogía en el papel, con los argumentos que la ausencia le causaba, encadenándose en el sollozo de las palabras.
Poco podría decir. Respiró profundamente para intentar encontrar la inspiración. De repente, algo sonó en su interior. Su mirada hacia la ventana, la lluvia que caía terminó, y un sol brilló, iluminando el ambiente. La pena azul se deslizó en el papel, dibujando una linea hasta al final de la hola. Una sonrisa irrumpió en su rostro y consiguió leer en la linea incomprensible que trazó, que era hora de encontrar una otra página para llenar, dejando aquella ausencia en la hoja anterior, siguiendo su vida adelante, para escribir una nueva historia de pasión.
En el radio otra música empezó a tocar. Una nueva música que él desconocía.
Fuente de la foto: Photo by Scott Graham on Unsplash
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