Mi calle
Mi calle es como un río que lleva recuerdos, eternamente. Cuando me acerco a la ventana y miro las piedras de la calle, la veo cambiándose a lo largo del tiempo. Fueron casas que se convirtieron en edificios, fueron los vecinos moviéndose de allí y metieron sus bienes en los coches cambiando sus vidas, y nuevos vecinos que llegaron en la búsqueda de informaciones que otros las llevaron de allí; quien sabe para narrarlas a otros.
Mi calle es un río que algunas veces se convierte en una tormenta, con los informes terribles a cerca de crímenes horrendos, de contiendas entre amigos que se odian y vuelven a amarse o amores que no más se encontrarán.
Mi calle se cambió tanto que se quedó muda. Y tantas cosas ocurrieron en ella que las ventanas se conversaban con informes de gente vieja, y en esa desorden de cosas los recuerdos se cambiaron.
Mi calle, algunas veces, trae informes buenos, como el reparo de un hueco de donde el agua se iba infinita, de las luces nuevas encendidas, con las modernidades, de los amigos ahora viejos, abuelos y abuelas caminando con sus nietos, diciéndoles las novedades que viran y vivieron en un tiempo anterior. Apuntándoles los lugares en donde juguetearon y los que donde se dieron el primero beso.
Mi calle es un río en donde los que viven de él somos nosotros. Los vecinos desde mucho tiempo que se conocen y se saludan y recuerdan el tiempo que se divirtieron en ella.
Mi calle es llena de gente, en otros tiempos tan vacías, cuando las fiestas fueron más grandes que algunos grupos ahora tienen. Mi calle fue un lugar de encuentros como si fuera oro que súbitamente surgía.
Mi calle es rabiosa y algunas veces peligrosa, como el río que pasa de sus límites y se lleva a la gente, sus bienes, sus angustias y sus recuerdos.
Mi calle tuvo enamorados y enamoradas. Tuvo melodías conmoviendo a todos y hoy es solo un movimiento de coches, motos y pasear por las manos no es más posible en medio al piso nuevo, en lugar de las piedras que parecían cantar al sonido de nuestros pasos.
Mi calle tiene recuerdos escondidos en las piedras bajo el piso nuevo. Por eso, el recuerdo se queda abajo del embotellamiento, como si fuera un gigante que duerme para poder despertar, aguardando que alguien haga un hueco en ella para poder liberarla.
Mi calle tiene recuerdos mientras vivimos aquí. Un día, quien sabe, alguien venga a preguntar: ¿Qué es aquella chimenea allí, como si fuera un homenaje a nadie? Alguien, quizá, recuerda que fue la casa de un hombre que le gustaba escribir y, en su último trabajo, colocó en la chimenea ardiente los últimos párrafos de la calle, y llevó para siempre los recuerdos del lugar.
Orígene de la foto: Photo by Manuel Asturias on Unsplash
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