La espera
Estaba allí, solitario, en medio de otros esperando la llegada del avión, acompañado de un ramo con tres rosas rojas, acomodado en la silla de al lado; uno más en la espera.
Su mirada era ansiosa. Alzó la parte delantera de la boina, intentando una mirada más elevada, deseando ver más allá. Mirada fija en el pasillo de desembarque de pasajeros.
Súbitamente, una duda se le arrebató, y el hombre tomó el ramo de flores, que se turbó en sus manos, y percibió que estaba delante de la salida errada, y su rostro se convulsiona, impulsando lo restante del cuerpo en una carrera desenfrenada, mientras las piernas obedecían al momento vivido, y el anuncio informaba la mudanza del portón, encendiéndose como si celebrara con él la llegada próxima. El pasillo se convirtió en una pista particular, rechazando, a lo largo de la carrera, a las personas que, despacio, conducían sus maletas de viaje, llegando o saliendo del aeropuerto.
Él se inmoviliza en otro portón, y la tranquilidad le abandona. Todo su cuerpo se queda ansioso, la respiración pesada, pero, una sonrisa se manifiesta, iluminando su piel negra, la ropa simple, la zapatilla rota. Él espera un amor, descubierto a través de una pantalla de ordenador, un amor lleno de secretos y promesas. Es como si fuera un pintor que se organizaba, finalmente, para llenar una pantalla blanca, una imagen, a menudo sembrada en la imaginación fértil delante del monitor iluminado.
Elaboraron palabras, conversaciones, imágenes que se mezclaron entre la pantalla y la imaginación. Sería la visión de un cuerpo que nunca ha sido acariciado, que surgiría en el pasillo en donde abrazos de reencuentros se sucedían.
De repente, ella surge y su mirada ojea el salón, como alguien perdido intentando encontrar brazos abiertos igual que un puerto seguro, tras singlar por un mar desconocido.
La imagen de la pantalla se convierte en realidad, y, finalmente, los cuerpos se encuentran y sorprendidos se descubren más altos o más bajos de lo que serían; son pocas palabras; el descubrimiento del sonido de sus voces; hablan cosas al mismo tiempo y la última cosa que hunde sus sentimientos es un beso largo junto al apretar de cuerpos, encuentro de brazos y manos nerviosas, anteviéndose descubrimientos futuros.
Y las rosas se quedaron olvidadas en las manos trenzadas.
Fuente de la foto: morgueile.com
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