Engaños
Nos engañamos una vez por falta de experiencia, la segunda vez por ignorancia y la tercera vez, en realidad, no es engaño, es solo intentar una vez más por creer que al fin y al cabo todo va estar bien.
En los años setenta, hubo un movimiento, al menos en Brasil, en donde grupos de oportunistas promocionaban la venta de productos agregados al ingreso de nuevos miembros. Y así los responsables de los nuevos miembros podrían alcanzar puestos superiores y ganar dinero, pagados por los nuevos participantes. Nada más que una pirámide financiera.
No hay nada más increíble que esas estafas no dejaran de existir. Siempre hay gente inocente viniendo y gente astuta y más experimentadas que ellas. No es suficiente decir a los jóvenes y futuros engañados que hay un fraude listo por ocurrir. El dicho del proverbio es que tenemos que dudar cuando la limosna es grande. Y eso no les causa ningún efecto.
En realidad, estafas podrían ser definidas como si fuera una pareja de codiciosos, un experto vendiendo la experiencia para quiénes se imaginan muy astutos por pensar que están haciendo un buen negocio.
Fui invitado a uno de esos encuentros. El lugar fue un hotel muy elegante en la parte noble de la ciudad. En la sala, un hombre muy bien puesto, con un traje azul maravilloso, una pulsera de oro (!Oro!) en un brazo y un reloj que me pareció ser un Rolex en el otro. En la corbata otro brazalete dorado y zapatos elegantes. Y la mayor atracción fue un acento italiano cuando hablaba. Se veía un sujeto triunfador que contaba su trayectoria en la empresa que tenía una experiencia en ventas. ¡Ellos vendían jabón!
Siempre fue curioso sobre señales que las personas hacen cuando hablan y, sobre todo, cuando mueven los brazos y manos. No fue un estudio sobre semiótica, sin embargo una ciencia que daba sus primeros pasos en la universidad. Una señal alertándome muy claramente. Me quedé mirando no al orador pero a la audiencia. Una de las ayudantes del orador me preguntó si todo estaba bien, y le respondí que sí. Es claro que las miradas estaban fijas en la gente como si fuera un control. Es claro que la ayudante estaba observándome por qué aquel sujeto distinto de todos que no miraba al orador como los demás.
Era obvio que veía el fraude delante de mí. ¿Quiénes podrían enriquecerse vendiendo jabón, que no sean los fabricantes?
Entonces decidí pensar en cómo podía salir de aquella sala, al final de la conferencia. Al final, me fue hacia la puerta y un hombre que sería un tipo de seguridad me paró. Él me dijo que no podía salir sin hablar con Giovani, el orador. Pienso que nunca me imaginé tan bueno actor cuando le dice que estaba emocionado porque la voz del orador me recordaba a mi abuelo italiano y que necesitaba tomar aire por un momento. El hombre entonces me dijo que podría salir por un momento y volver.
Nada como engañar para no ser engañado. Al final de todo, es engañado quien quiera y tiene derecho a eso.
Origen de la foto: Foto de Sander Sammy na Unsplash
SUSCRÍBETE PARA NUEVOS POSTS
Views: 12