El temor más grande de todos los temores
¿Qué hacer de los nuestros temores?
Hay muchos de ellos: el temor al futuro, a las consecuencias de nuestras acciones, a las verdades o a las mentiras. Situaciones que nos colocan en estado de alerta y nos traen temor a causa de las cosas adelante. Nos traen ansiedad por eso, por solucionarlas: una contienda, siempre una contienda.
A cada uno de ellos tenemos estrategias. A cada uno de ellos, nuestra decisión, aunque pensamos que sea nuestra, la decisión sufre la influencia de algún hecho o de alguien. Si preguntamos a alguna persona sobre alguien que la tenga influenciado en la vida o, simplemente, admire, la respuesta, en su gran mayoría, será de un profesor. Quizá siendo el profesional que tenemos contacto fuera de nuestro hogar, que nos enseñará responsabilidades o normas. Por supuesto que también podrá ser un gran personaje político, o alguien cerca de nosotros como un pariente.
El profesor, así como la familia y otros ejemplos, nos ayuda en nuestros temores. Es cuando nos enseñan las leyes de la física, el alfabeto, comprender la escrita, la obediencia y el respeto a los valores. Cumpliendo las reglas, el futuro no se convertirá en algo temeroso, piensan ellos. Cuando una familia, una escuela, en donde lecciones son aprendidas, guían a los jóvenes, el temor se va convirtiendo en cosa leve. Pero, ese temor del mundo es sencillo: las normas y las leyes.
No, no estoy hablando de ese temor u otro cualquier, cuya ausencia nos lleva a ser un aventurero e inconsecuente: un héroe. El profesor nos orienta a cerca de la obediencia a las reglas y también sobre nuestras responsabilidades. Ellas son las razones que detienen nuestras ganas por algo.
Entretanto, el profesor, la familia o la autoridad no son capaces de manejar un tipo de temor: el temor a nuestros deseos. Ese temor que vive en nuestros adentros.
Es el temor de romper con los afectos, las relaciones sociales que conocemos con la cultura, el ejemplo de los padres, jefes o religiosos. Ese temor de romper con cosas sagradas y que nosotros mismos la denominamos como siendo verdades. Heredadas de cosas que están en nuestro subconsciente y en nuestra mente. Algo que vive en nuestras intimidades. Algo que conversa con nosotros cuando estamos solos, que non está afuera y que camina al nuestro lado, todo el tiempo.
Nadie nos enseña a convivir con ese temor y principalmente romper para que tengamos una libertad real en nuestros adentros. Pensamientos libres y no conectados a deberes y al derecho del otro. Poco se le damos los beneficios o daños que podemos traer a alguien. Ese temor de romper con las estrategias de cumplir horarios, agendas, citas profesionales o afectivas, humanas o éticas. Cadenas que nos paralizan con la influencia de la familia, de la comunidad, del compañero o compañera.
No está conectado con obligaciones o normas escolares y, por lo tanto, no hay un profesor, alguien que nos conduzca, tengamos lecciones, normas o silencios. Es una clase libre de un profesor, viviendo en nuestros cerebros, sin fecha o tiempo para aburrirnos. Mostrar que es posible romper, como la teoría rompe con la practica, mostrar que es posible romper con todo. Pero no es posible demostrarla con un profesor al lado para conducirnos, que se tome nuestras manos para detener un movimiento errado.
El temor del momento de eligir el camino a seguir, cuando estamos solos y el mundo suele detenerse esperando nuestra decisión. Nos quedamos entre lo que fue enseñado y nuestros deseos. Por eso, decimos: cuidate con lo que deseas.
El momento que ese profesor ausente surge es el momento de la madurez. Cuando todos los momentos de errores, rechazos adueñados durante nuestra existencia nos cuestionan que es la hora de salir de clase. El momento de sentir el aire libre y no tener más la tiza y la regla del profesor con sus normas. O lo que piensa la comunidad, pero hacia donde deseamos rumbar, cuando decidimos enfrentar ese temor y cumplir nuestra lección de vida. Cuando rompemos las normas, nos detenemos para sentirnos solitos y asumir la responsabilidad por nuestra vida. Entonces, nuestro maestro interno nos orienta hacia nuestros deseos.
Origen de la foto: Foto de Alexandra Gorn na Unsplash
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