El origen del aprendizaje
En nuestra vida, aprendemos de muchas maneras: a través de la escuela y maestros, de los libros, de la gente mayor, sobre todo las lecciones pasadas entre generaciones y otras fuentes.
No obstante, el mejor aprendizaje es cuando compartimos con otros, cuando comparamos nuestras diferencias de pensamiento y colocamos nuestras ideas y prejuicios en jaque.
No aprendemos solo con nuestras ideas en comunes sino cuando las perfeccionamos y, sobre todo, aprendemos de lo diferente.
Cuando hablamos con alguien inteligente, culto y que tiene mucho que enseñarnos, nos sentimos, algunas veces, inhibidos o agresivos. Inhibidos porque nuestras ideas son tímidas delante de alguien como él. Somos agresivos porque no podemos defender nuestras ideas delante de argumentos incontestables. Vemos a alguien alcanzar lo que imaginamos estar en un nivel superior a nosotros. Y pensamos por qué no evolucionamos nuestros pensamientos más allá como él. Muchas veces concebimos una idea acerca de algún asunto pero ella es una pequeña semilla que no logra desarrollarse, aunque estemos seguros de que pensamos e imaginamos. El contacto con alguien que posee un horizonte más amplio y que se abre al mundo es como una puerta abierta que nos hace preguntar: ¿Por qué nunca pensamos así? Son personas que nos dan ganas de seguirlas más allá. Si no piensan como nosotros, nos hacen reformular y criticar nuestros propios pensamientos y crecemos en nuestras ideas.
En otro sentido, algunos de nosotros, cuando nos contactamos con ideas distintas que se presentan mejores que las nuestras, nos convertimos en agresivos. Para algunos de nosotros, cuando nuestras ideas se deshacen delante de argumentos incontestables, sentimos ganas de golpear al otro y algunas veces nos cerramos en nuestras ideas, rabiosos, celosos por verlas expuestas al ridículo.
Cuando contactamos a los charlatanes y arrogantes, nuestro aprendizaje es el silencio, que es el aprendizaje de escuchar más y mejor. Y en nuestros silencios desarrollamos nuestros pensamientos, conociendo nuestras certezas. Con los charlatanes aprendemos a vivir en silencio.
Cuando contactamos a los intolerantes y groseros y estúpidos, podemos imaginar un espejo delante de nosotros. Nos vemos como seríamos si fuéramos así. Esto nos enseña a ser tolerantes y educados y afectivos. Al final de todo, no deseamos ser el que tenemos delante de nosotros haciendo cosas malas y groseras.
Cuando contactamos la maldad, la malicia y el cinismo, podemos imaginar que aquel modelo, algunas veces, intentó dominarnos. Y resistimos a él. Resistimos porque nuestro sentido crítico nos ayuda. Solamente los conscientes conocen lo que representa ser distinto al sentido común.
Tenemos muchos maestros en la vida, y a lo largo de ella aprendemos a ser maestros de nosotros. Todos los que se conectan con los arrogantes, intolerantes y malvados, en realidad son como ellos. No son seducidos por ellos, pues es una búsqueda de agruparse a ellos. Y no es suficiente justificarse, porque son justificaciones incomprensibles.
Como maestros de nosotros debemos criticarnos para aprender lo importante que es reconocer lo negativo y destacar así lo positivo.
Origem de la foto: Foto de Element5 Digital na Unsplash
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