Cuando la noche llega
Cuando la noche llega, y sus sombras me abrazan como si fuera una madre que se apega, yo le pido que nunca más se vaya, porque, así como la madre, la necesitamos para nuestras conversaciones íntimas y lacrimosas.
La noche cae como las alas de un ángel sombrío, aunque las luces de la ciudad sean de fiestas, como si su iluminación, simplemente, fuera el espejismo del oasis en el desierto negro.
Cuando la noche llega es cuando el trabajador termina su tarea, vuelve a su hogar trayendo la esperanza o la decepción, esperando por la alegría de pequeños brazos que le encantarán o para solucionar los problemas que dejó.
Cuando la noche llega, la maldad camina por las calles, son ojos sombríos esperando en los rincones oscuros, son los personajes dueños de las aceras, que exponen sus cuerpos en tinieblas, cuerpos ocultos que no sobrevivirían bajo la luz del día.
Cuando la noche llega, los novios se encuentran, los amigos celebran la amistad y los enemigos pelean. Todo en la noche es suave. Todo en la noche es secreto. Los campanarios de las iglesias recargan el espíritu del mundo, y los desocupados empiezan a emborracharse.
Cuando la noche llega yo puedo, finalmente, seguir por tu calle, caminar con artimañas por las noches sin luna, junto a las paredes, y mirar, oculto, la luz de su cuarto como si fuera la única luna capaz de superar la oscuridad, y que transforme mi osadía en luna menguante. Pienso que sus ojos son las luces de las estrellas más brillantes, que relucen silenciosas, tan lejos, y así, a ellas y a usted, mi silencio se acostumbra.
¿Cómo sería la noche, si tan sólo nos perteneciera? Estaríamos ocultos de todos y, para mirarla, volaría en el haz de luz que sale desde su ventana, una bella durmiente, descubriendo cómo se acuesta, qué ropa se pone o cuál perfume la enciende.
La noche está llena de horarios que avanzan y, como la muerte, siempre llega al final. La noche, sin embargo, es bienvenida, dejando siempre una certeza en la esperanza de poder remplazar un nuevo día.
Somos dos seres conversando en el silencio. Lo mío a tratar de imaginar palabras que nunca voy a decirlas. Lo tuyo es lo de las estrellas, que a través de sus ojos hablan, dos seres tan lejos que no puedo oírlos. Cuando el abrazo de la noche llega, si mi alma pudiera volar hacia usted, ella estaría también silenciosa, pero cantando por dentro.
Cuando la noche llega es el momento en que yo vivo mi día, es cuando la espera lejana termina y yo puedo, siempre oculto, murmurar palabras para usted, aunque no haya una respuesta suya porque mis preguntas serán siempre las mismas, como la noche que llega todos los días, abrazando a la gente, y, así, mis preguntas y sus respuestas ausentes son las constelaciones llenando esos silencios. Son como las conversaciones de madres que no dan las soluciones a los problemas, pero que necesitamos de ellas para empezar otro inevitable día.
Cuando la noche llega, mis pensamientos que fueron trastornados por la luz del día, finalmente se sosiegan, teniendo a usted como su único guía.
Fuente de la foto: morguefile.com
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