Crónica de un robo
¿Cuál es la sensación de sentirse robado cuando miramos el rostro perfecto del ladrón en el espejo? Cuando el tiempo pasa y el criminal que construimos en nuestros adentros fue disfrazándose y fue transformando nuestro rostro en otro alguien, y lo sabemos, nada es necesario decir. Y este diálogo sordo que establecemos con nosotros mismos no es más misterio para los dos.
¿Cuál fue el instante en nuestras vidas, cuando pensamos sobre el día y la hora que decidimos en dónde estuvo nuestro error? Y cuando llegamos al futuro intentamos responder a eso: ¿Cuándo me robé a mi mismo?
Cuando construimos nuestro futuro como un castillo de sueños en donde establecemos nuestra caminada, aún naciendo en la imaginación, él es un campo abierto sin impedimentos, en donde la vida nos impulsa adelante. Los sueños son para todos. Los sueños son demócratas, pero pueden colisionarse con la realidad que no vemos en el presente.
Los sueños son así, desmesurados. En el futuro, cuando el pasado ya tiene rostros y sus caminos hechos, es el momento en donde establecemos un cómputo de nuestras vidas y descubrimos que alguien nos robó algo, que se rompió algún enlace en el pasado que hizo nuestros sueños rumbar a otro camino no esperado.
Podemos culpar a nosotros mismos. Podemos culpar los acontecimientos, que alguien nos ha traicionado, alguien superó la barrera y el muro de la razón. Como si fuera un dique que se rompió y nuestras estrategias y planes se fueran rio abajo.
Fue una acción irresponsable, inmatura que nunca podrá ser reparada. Nuestras defensas fueron invadidas y comprendemos cómo son frágiles los sueños. Son nubles que se cambian sujetadas a los acontecimientos.
La esperanza muere, ella deja de existir en el corazón que se queda partido. No, exactamente, el corazón rompido, sin embargo el corazón no se parte, él se va, se queda ubicado lejos de nosotros, que es robado. Nada está controlado, quizá nos quedemos lejos de la humanidad.
La juventud nos da una idea que seguimos por el camino perfecto. Y cuando ella pasa, comprendemos que nuestras certezas, o supuestas certezas, eran sólo orgullo y desconocimiento del mundo, por temerle. En la madurez, somos arrogantes con la arrogancia vencida.
Origen de la foto: Photo by Vince Fleming on Unsplash
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