Comiendo con los ojos
Comer con los ojos es mirar todo con profundidad. Comemos con los ojos cuando abrimos en demasiado las pupilas como si el mundo fuera grande para eso o que no fuera pequeño tampoco.
Los visionarios asombran el mundo cuando se abren a la luz del conocimiento para comprender lo impensable. Mismo con los ojos cerrados, ellos son capaces de comer con los ojos lo que no vemos, y sólo ellos lo ven.
Comemos con los ojos cuando buscamos algún objecto de deseo inalcanzable, desde el amor platónico, aislado por nuestra timidez, barrera insuperable para decir lo que deseamos; el vidrio fino que nos separa de la golosina preferida; la joya de belleza singular; la ropa de moda; la pantalla entre nosotros y la actriz o el actor o la ventana del autobús que lleva el ser amado hacia algún lugar distante.
Nuestros ojos son la nariz curiosa que detecta el olor, la boca que detecta el gusto, las manos que tienen el tacto que percibe la blandura o la rusticidad de las plantas. Nuestros ojos notan a lo lejos el dibujo suave de las sierras, el viento corriendo entre los árboles. Los ojos son los razonamientos espaciales, son las imágenes que tenemos en nuestros cerebros y que no podemos materializar. Los ojos son las reflexiones de nuestras ideas. Sin nuestra mirada no vemos nada, no vemos, no comprendemos la realidad a nuestro alrededor.
En el silencio de nuestra mirada vemos el peligro o al ser amado acercándose a nosotros. En el silencio deducimos sobre el mundo y en el silencio miramos nuestros adentros.
Nuestros ojos son avaros para comer todo a nuestro alrededor, nuestra mirada es la curiosidad que mastica cada punto del mundo para comprender lo que se acerca a nosotros. Nuestros ojos son avaros del conocimiento, de desear lo que pertenece al otro y tomarlo. Nuestros ojos traducen sentimientos y se comunican en el silencio. Los amantes se comprendem a través de la mirada y se nos comemos de deseo uno por el otro a través del brillo de los ojos, cuando cerramos los párpados suavemente. Nuestra mirada rechaza al otro cuando está seca y llora cuando se encanta.
Nuestra mirada es dueña de todo antes que las manos lo alcancen y se asombra antes del corazón latir. Ella se rie antes del cerebro comprender lo que sucede.
Nuestra mirada es el primero contacto con lo desconocido, nuestra mirada es la primera que divisa la tierra deseada, nuestra mirada es la última que avisa cuando marchamos hacia la eternidad.
Fuente de la foto: Photo by Drew Dizzy Graham on Unsplash
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