Yo y mi sombra amante
En la misma hora, todos los días, el café abre las puertas y ella aparece como una mariposa revoloteándose, e imagino que a lo largo del día va a esparcir sus dientes blancos envueltos en una sonrisa clara a sus colegas, a sus amigos y a los que se acercan a ella.
Sin embargo, por algunos instantes, ella es sólo mía y con ademanes elegantes coloco el café caliente, sus dos golosinas preferidas en la mesa, mientras su perfume se esparce en el aire. Ella coloca su bolsa personal y la de trabajo en la silla de al lado, y su boca toma un sorbo la bebida y su sonrisa aparece.
Charlamos un poco sobre el tiempo y no tengo más asunto para mantener nuestra conversación todavía, sólo decirle que a mi me gustaría tener una enamorada como ella. ¿Qué diría ella? Probablemente, sonreiría y pensaría que se trata de una broma, un chiste.
Ella se levanta y la sigo hasta la puerta de la tienda y mi sombra la sigue por las calles, marchando a su lado entre la gente, con el viento bailando en sus cabellos largos formando alas como un ángel que a la tierra bajó.
Mi sombra nos es tímida, no siente temor tampoco, pero ¿quién escucharía una sombra marchando? Y soy la sombra cuando paso invisible entre la gente, que sólo ven mis manos, en la tienda, colocando bocadillos en las mesas.
Mi sombra deambula tras ella, en su trabajo, en sus disgustos, observándola sentarse en la silla, enrostrarse sobre algún papel o la pantalla de la ordenadora. Y también, durante el tamborilear del teclado, levantándose de la silla en la búsqueda de alguien, de algún documento o de un café reconfortante.
Cuando ella cerra su trabajo, mi sombra la sigue, encontrando espacios entre la gente, casi tomándole el brazo para mostrar el mejor camino, y ella siente un arrugo en la piel cuando mis dedos le tocan, casi fraternal y goloso de amante.
También la sigo por la noche, silbando su nombre, ella se vuelve el rostro en la búsqueda de alguien, mi sombra se mezcla con otras sombras y ella mueve su ceja como si estuviera admirada de oír su nombre volar en la oscuridad.
Luego, ella pasa rápido por la puerta del café y no me ve en el interior, sin embargo estoy listo para verla en la misma hora y por unos minutos. Mi mirada se pierde en el paseo ruidoso y se siente feliz.
Mi sombra, entonces, vuelve a mi cuerpo y duerme en mi imaginación y está lista para verla al día siguiente y en otro día, con su sonrisa brillante.
Origen de la foto: Foto de Fernando Rodrigues en Unsplash
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