Yo sé que sientes miedo
Cuando leemos, oímos o conversamos con los que no piensan como nosotros sobre política, sobre lo que vivimos ahora yo sé que sentimos miedo. Y sentimos miedo de los argumentos que no se parecen a nosotros exactos y concretos sobre la política social estar equivocada. Principalmente de los que recibieron el pez sin necesitar pescarlo y justifican que los otros sí necesitan aprender a hacerlo. Y sobre eso, también podemos decir sobre los que recibieron el pez, que tuvieron un hogar mejor, una familia organizada sin padres ausentes, madres sola y otras cosas.
¿Estamos equivocados? Que el mundo debería ser conducido por la libre empresa, la gente sometiéndose a las lecciones de los grandes hombres, capitanes industriales, de los que tuvieron éxito y que, por lo tanto, pueden demostrar que sus vidas son grandes ejemplos.
¿Cuáles son las historias de éxito, de éxitos que pueden ser expuestos como lecciones para todos?
Si una gran empresa tiene empleados y si tenemos pequeños empresarios que logran sus éxitos ¿Por qué no intentar todos a tomar la libre empresa y no más los empleos públicos o en los gobiernos?
En realidad, de los empleados que llegan a lo más alto cargo de las empresas o tienen éxito en sus negocios, tenemos cientos, quizá miles de ellos que no logran. Simplemente, porque utilizando una matemática sencilla podemos decir que sólo hay un jefe por vez en cada empresa y sólo pocos empresarios encuentran su nicho de mercado. Es sólo una cuestión de suerte o azar que son dichas como las fórmulas perfectas pero imposibles de copiarse. Si fuera la verdad, sería suficiente hacer las copias y celebrarlas.
Quizá la historia, la verdadera historia, debería ser la que los derrotados tienen para contar. Nadie es importante cuando es un derrotado. Sin embargo, las lecciones de la vida estén allí: lo que no debemos hacer.
Contar los grandes hechos de los grandes hombres no contienen ventajas. Es simplemente contar la historia. Aprendemos más con los grandes fracasos, las frustraciones y con las celebraciones lejos de las luces. Nadie es dueño de la historia y también nadie es suficientemente grande para decir a un pueblo cual es el camino que se deba elegir.
Luego, apuntar el error del otro, haciendo comparaciones con el éxito de algunos, que es individual, de él mismo, es apuntar a todo un pueblo que solamente existe un rumbo, un camino propio y particular.
Maquiavel y su libro son celebrados, pero es un manual de trampas que intenta conceder aires de moralidad para una inmoralidad política que es la tiranía, así como el Contrato Social que se pasó igual que una manera de organizar la sociedad y que todo se quedaría bueno para los negocios. O una bienvenida organización matemática cartesiana.
Todorov, en su libro “La Conquista de la América – la perspectiva del otro”, nos dijo que los españoles llegaron al continente y encontraron a un pueblo que no tenía como pensamiento colectivo “lo que deseo ser”. Que era un dicho venido de una sociedad europea organizada para los vencedores. Sin embargo, él venía de un pueblo que consultaba oráculos para que sus hijos supieran lo que “deberían ser”, según las palabras de un adivino. Y fue una sociedad que funcionaba, a pesar de los sacrificios humanos que fueron menores que los masacres que ellos sufrieron de los conquistadores, por los motivos más fútiles e inhumanos.
¿Los europeos tenían temor de una otra sociedad? Pienso que no.
Ellos vivían, como nosotros vivimos hasta hoy, en una sociedad que divide la gente igual que la naturaleza en dónde existen las águilas y las hormigas, el león y el lobo. Un discurso que olvida que todos somos iguales basados en el primero Contrato Social: los diez mandamientos.
Esa sociedad, muy organizada, matemáticamente puesta para colocar cada uno en sus lugares, está escondida tras el discurso del miedo, ese sí un discurso cobarde y desigual.
Es duro mantenernos lejos de ese miedo. Al final fueron siglos de razonamiento basados en la razón, en el costo y el beneficio, de trabajar en equipo. Los arrogantes dueños de la verdad sienten miedo que algo convierta a todos en mantenedores de si mismos, que la competencia real, creadas en las oportunidades iguales, nos convierta en iguales, y que algunos de los discursos campeones sean victorias de Pirro, expuestos a la competencia y reducidos de la supuesta genialidad a la mediocridad.
Origen de la foto: Photo de Melanie Wasser sur Unsplash
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