Sueños, esos sueños
¿Qué sueña la violeta? Ese pensamiento me pasó por la mente cuando veía desde mí ventana frente a mi balcón, a la violeta que se balanceaba con el viento. Ella estaba en una maceta con dibujos negros que recordaban pueblos antiguos.
No sé si pensaba en qué sueña la violeta o los sueños que tenía la responsable de aquel jarrón de flores: mi vecina. En realidad, yo pensaba en ella mientras miraba a la violeta, iluminada por la luz tenue que venía del departamento. Yo pensaba cuántas veces sus manos la habían tocado, cuando la regó por última vez e imaginaba ella yéndose hacia un grifo trayendo el agua y asperjando la tierra seca.
Mi cigarrillo si convirtió ardiente e iluminó mi rostro, cuando llené mis pulmones de aire. Mi vecina, a veces, en charlas informales en el ascensor me dijo que a ella no le gustaban los fumadores. Yo le dije que a mí tampoco. ¿Su mirada podría decir que yo mentía? Escondí mis manos rápidamente temiendo que ella hubiera visto alguna señal amarilla en mis dedos. También le hablaba mirando al suelo para que no sintiera algún olor: me quedé furioso conmigo mismo.
Sin embargo, a mí me gustaban las flores. Siempre las gusté y mi vecina nunca la ha visto en el balcón. Mentira. A veces la veía y le decía cuánto admiraba su violeta. Ella me contó que se la había dado un pariente (sentí miedo que se la hubiera dado un enamorado: ¿Los hombres regalan a las mujeres macetas de flores? Pensé).
Mi balcón estaba ubicado en el otro lado y la ventana de mi vecina al lado de algún afortunado. A mí me gustaba admirar su violeta, esperando que su dueña la visitara. Fui afortunado algunas veces y charlamos algunas cosas mientras yo escondía mi cigarrillo.
Es cierto que yo tenía un cariño por ella, la vecina. Ella era muy bonita. Algunos moradores del edificio comentaban sobre ella, principalmente Pedro Bonilha que vivía en el primer piso. Cuando nos encontrábamos en el ascensor, él, un tipo muy aburrido, se iba luego en el primer piso. A veces, él intentaba visitarme, y yo sabía el motivo. Él demostraba incómodo cuando no le decía nada y Luciana, ese era su nombre, se reía muchísimo.
¿Qué soñaba Luciana cuando dormía? ¿Soñaba como la violeta, tan linda y perfecta, bailando con el viento en el balcón? ¿Tenía la misma piel aterciopelada de la violeta que tantas veces intenté tocarla como si tocara la piel de mi vecina?
La última vez que estábamos en el ascensor, ella me dijo admirada que había un balcón lleno de flores cerca del suyo. Ella me preguntó quien vivía allí. Le dije que era mi balcón. Ella, admirada, me dijo que le gustaría conocer mis flores.
La invité y le pedí que me diera algún tiempo y ella se rió, jugueteando con sus cabellos largos. Al final, ella conoció mi balcón y se enamoró de mis flores, mientras yo intentaba disfrazar el olor del cigarrillo. Luciana pasó la noche en mi cama y ahora me quedo en la ventana de mi dormitorio mientras ella duerme. Desde la ventana, veo la violeta en su balcón y pienso ¿qué sueñan las violetas cuando su dueña está ausente?
Orígen de la foto: Foto de William Bayreuther na Unsplash
SUSCRÍBETE PARA NUEVOS POSTS
Views: 9