Mirar a los ojos
Si miramos a los ojos de un perro que coloca su cara en nuestras manos, sus ojos no parecen pedir nada, solamente el brillo que él reporta es capaz de decirnos mucho de sus sentimientos. Entre los perros y nosotros es como si fuera una charla de mudo al decir que el silencio muchas veces es mejor que todo lo que se pueda decir.
El perro cuando abre sus ojos, a la vez los mantiene vivos y abiertos diciéndonos tanto que no necesitamos comprender nada.
Si miramos a un ciego que no es capaz de vernos y sus manos nos tocan, investigando las curvas de nuestra cara, él sonríe y es como revelar mucho de nosotros. Y solamente el olor que siente, el sonido que oye desde su solitaria oscuridad, él está apto para dibujar, perfectamente, nuestro rostro y conocer mucho de nosotros, más allá del que conocemos de nosotros mismos.
Somos desconocidos y recibimos de los perros gestos cordiales.
Las redes sociales tienen un poco de eso. Al final de todo, cuantos amores no se encuentran entre la gente que solo se conocen tras las miradas congeladas de las fotografías. O se encantan solamente con palabras, en los adentros de la oscuridad de la soledad cuando intentamos encontrar la felicidad que nos llega lista por internet o a través de las interminables horas de la llegada de un avión o de un autobús. Manos desconocidas deseando sus encuentros mientras los olores y de los sonidos distintos de voces raras.
El perro sigue dócilmente el contacto de nuestras manos y algunos de nosotros se encantan con fantasías, con lo desconocido y no percibimos que entregamos lo mejor de nosotros a él, el imaginario.
Es ceguera momentánea, es entregarse a las fantasías que desnudan lo mejor de nosotros. El perro, con su miente solitaria, no desea nada más que el cariño, aunque sea breve. Al ciego debe comprender el que está adelante de él a través de los olores, de los sonidos y del tacto de las manos.
Nuestra ceguera no puede impedir nuestra humanidad. E igual a los perros que se entregan a lo inexplicable gesto de amar y, algunas veces son ciegos, solo se sienten uno al otro: él es lo que es y no es lo que ocultamos en la ceguera de nuestro interior.
Origen de la foto: Foto de Pablo López na Unsplash
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