Maldad
La palabra es conocida por todos. Ella aparece en los libros de historia cuando el villano engendra sus vilezas contra el protagonista gestando sus artimañas para destruirlo. La maldad está en la bruja que, escondida en el bosque, inventa pociones mágicas y se pone ropas negras, como si el mal fuera la oscuridad, ropas negras y feas, conectando el mal con el color.
Son representaciones históricas, incluso en las expresiones que significan la rabia o la envidia. En resumen, todo el mal es un adjetivo en la relación de un ser con otro.
Esa maldad es aquella que conocemos, desde la vecina chismosa y envidiosa que susurra en sus escondites, hasta el compañero de trabajo que engendra intrigas, y envenena el ambiente. A todo eso, a lo largo del tiempo, nos hemos acostumbrados y aprendido a defendernos.
Sin embargo, la maldad tiene miles de caras. Hoy en día, a lo mejor, desde siempre, la maldad, a veces, se esconde tras los semblantes tranquilos y en aquellos que esparcen sus supuestos comportamientos éticos y moralistas.
En las redes sociales, vemos a la gente escribiendo sus maldades disfrazadas en palabras supuestamente inocentes. En las palabras organizadas de un modo que pueda justificar comportamientos cuestionables.
Los argumentos más amables pueden esconder inhumanidades. La maldad puede localizarse en el lenguaje simple de la gente, de los pocos letrados o aquellos que pueden influir en los demás. Periodistas, celebridades, famosos hablan de una forma natural, que les parece ser totalmente normal, las cosas más terribles.
Uno de los escondites más sutiles de la maldad es la ética. Una de las más utilizadas es comportarse como un defensor de un posicionamiento político o social e, en la vida cotidiana abandonar a todo y buscar su verdadera identidad. También se utilizan de las imágenes de santos o memes religiosos, ocultando sus maldades más nocivas, cuando aparentan ser algo que en realidad no son. No son valientes para mostrarse a todos como son en sus adentros, sienten miedo aunque no lo demuestren.
El malvado moderno simula ser valiente, sin miedo, y se oculta tras discursos religiosos. Simulan temer a Dios, pero perpetran actos completamente distintos en la vida real.
El comportamiento religioso, principalmente de los que elogian a Dios, van a los cultos, oran en aquella atmósfera de paz y humanidad. Ellos tienen una vida oculta tras las pantallas de una computadora donde esparcen sus odios en la Internet.
El malvado moderno no pertenece al mundo actual. Siempre existieron. Hoy en día, encontramos, lamentablemente, muchos conocidos, familiares, gente cercana que ocultan la maldad en sus adentros. Ellos la diseminan en las bromas maliciosas, en las conductas autoritarias que, sin embargo, no habíamos comprendido: solo las tratábamos como cosas “inapropiadas”. El malicioso es moderno, es actual, porque encuentra en el escondite de la Internet la oportunidad de exponer sus maldades y, a la vez, sus contradicciones.
Los perversos modernos no sienten vergüenza de ser lo que son, y se imaginan extremamente listos, demuestran una fe falsa, como si Dios no fuera capaz de conocer la Internet también.
Origen de la foto: Foto de Hc Digital na Unsplash
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