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Las miradas de cada uno

        Un hombre delante del mar ve solo un horizonte lejano y una cantidad larga de agua. Todo es incomprensible porque el hombre delante del universo no conoce su real dimensión, y se pierde en él, cuestionando su imaginación para concluir el pensamiento. El hombre imagina que todo es posible aunque, delante del universo, todo se convierte más complexo. Aunque el hombre sea pequeño delante de la enormidad del universo, él aún se juzga capaz de conquistarlo, seguro que su tecnología sea la magia para todo.
         Siendo el hombre orgulloso, su pensamiento es también grandioso. Él se siente desafiado delante del desconocido. La imaginación viaja y erige mundos inexistentes. Él imagina pueblos raros y muchas posibilidades de lograr un día conocerlos, aunque sepa que podrá perder la vida en la búsqueda.
        Un tonto, entretanto, logra apuntar su dedo al cielo y no ver nada más que el dedo. Un tonto mira a si mismo y no hace la mínima idea del que podría hacer con la enormidad que ve más allá. Así, el tonto, cuando ve lo desconocido, habla de lo que mas le gusta: habla de si mismo. Pues nada busca porque hay riesgo. Un tonto vive para él mismo y lo que piensa son solamente cosas conectadas con su instinto. Un tonto delante del mar busca barcos, como si la cosa más importante en la vida fuera mirar lo obvio delante de tanta vida escondida en el interior de las aguas.
        Cuando un sabio mira al universo, comprende su dimensión de una forma tan grande que sabe que no podrá comprenderlo. Por lo tanto, no abarca a todo como si fuera para él mismo. Un sabio camina despacio por lo desconocido para reconocer cada paso de un mundo entero para ser desvendado. Un sabio busca comprender más allá. Y para entender el mundo él necesita conocer cada paso de la composición del universo. Delante del mar, él mira la vida que puede estar en él, y cada elemento importante para que el mar exista.
         Los dos miran todo y a la nada. Son miradas distintas delante del mismo paisaje.
       Así somos nosotros delante de los obstáculos que vemos adelante. Podemos verlos como objetos comunes, aunque sean enormes, que pueden no ser más necesarios, son antiguos, pero su existencia nos invítan a conocerlos y podremos conocer un poco más de nosotros mismos.
     Si somos bastante tontos, vamos a fingir ignorarlos y buscar comprender o convencernos que no hay ninguna importancia en abandonarlos. Para comprenderlos los rehacemos como nos gustan. Un tonto abandona lo que no comprende porque no comprende la importancia del desafío. Un tonto no estudia lo que ve adelante. La ignorancia es el obstáculo, ella es su dedo apuntando para él mismo.
       Si somos sabios, comprendemos que el secreto de la caminata está en los detalles de la vida. Cuando el sabio camina, él mira al horizonte, en donde está el final de su caminata. Él mira a las piedras del camino que pueden interrumpir el viaje. El sabio también mira a él mismo, antes de emocionarse con el horizonte.

Origen de la foto: Foto de Amanda Dalbjörn na Unsplash

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Nilson Lattari

Nilson Lattari é carioca, escritor, graduado em Literatura pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro, e com especialização em Estudos Literários pela Universidade Federal de Juiz de Fora. Gosta de escrever, principalmente, crônicas e artigos sobre comportamentos humanos, políticos ou sociais. É detentor de vários prêmios em Literatura

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