La chica en el autobús
Ella era fea. Sí, fea. ¿Sin embargo, me pregunto, qué es lo feo? Siempre le conocí con sus ropas extravagantes, que inquietaban a las personas en el autobús. Cotidianamente le encontraba, y, algunas veces, vestía unos pantalones rojos o grises, adornaba sus cabellos, trenzados, con aderezos siempre diferentes, y en su piel habían tatuajes, algunos metales brillaban en su cara, y en su nariz. Ya conocía el apeadero donde ella bajaba, y llegando al paseo se sentaba en una cafetería para hacer, quien sabe, su primera comida. Ella era una figura extraña, lejos de los ejemplos de belleza. Para mí, y quizá para todos los otros que viajaban, ella sería fea.
Sin embargo, hablábamos de belleza. Los labios un poco gruesos, baja, un cuerpo común. Una cara siempre malhumorada, carente de descanso. Y, en este particular, ella siempre estaba con aquella cara de sueño y por lo tanto dormía, apoyando su cabeza en la ventana.
Algunas veces me sentaba a su lado, abría mi libro, y ella, intentando descubrir algo en mí, con los ojos entreabiertos a tratar de leer el nombre del autor, el nombre del libro.
Sintiendo la proximidad de su cuerpo, miraba a su boca que no me pareció tan fea. Sus labios, quizá, sensuales, pequeña estatura, manos y pies pequeños; Una estrella que no hubiera sido descubierta.
Pero, ella dormía. Y siempre despertaba un poco antes de llegar a su apeadero ¿Por qué ella dormiría tanto? Miraba a mi libro y a ella con el rabillo del ojo ¡Quizá, ha venido de una fiesta! Una mujer cualquiera. ¡Una noche de orgía, en algún lugar oscuro, un bar sospechoso! ¿Entonces, por qué habría de interesarme por alguien que tenía esos comportamientos? Podría observar algunas ojeras en ella. De aspecto poco cuidado, desidiosa en una silla de autobús. Un sueño profundo. Las piernas feas un poco entreabiertas. Una falda corta, escandalosa para alguien que descuidada, al dormir en una silla de autobús, no haciendo caso de lo que otros piensen sobre ella ¡Después de una noche de orgía! ¿Qué le importaba su ropa? ¿Y a quién le importaría con quién se divierte en una orgía durante las noches?
Y continuaba indiferente en la silla, su cabeza junto al vidrio de la ventana, desdeñando de los movimientos del autobús que entraba y salía de los baches de las calles, que tampoco se interesaban con su sueño.
Un golpe mayor, y su cabeza golpeó la ventana. Ella llevó la mano hasta su cabeza y hizo como si estuviese en la cama y cambió de posición, colocando sus hombros, sus brazos, sus senos y piernas en el mismo lugar, quizá poniéndose una manta imaginaria.
Una vieja, con el ceño fruncido, mira su manera de dormir. El hombre lanza miradas codiciosas al pequeño seno entreabierto, que se balanceaba con el movimiento del autobús, y dejaba aparecer esta parte desnuda de su cuerpo a través de la pequeña abertura de la ropa. Las señales, pecas en la piel, el seno firme, la areola rosada, arrugada, el blancor del sujetador, el metal de la hebilla…
Alguien en la silla anterior se levanta por una cosa cualquiera y mira sin pudor. Los estudiantes se ríen observándola y a su seno también. La bolsa siempre junta al cuerpo. Instinto.
Yo leo mi libro, llego al final del capítulo y, sorprendido, sin saber que lo hubiese leído. Hay alguna cosa que me dice que el apeadero donde ella va a saltar es venidero, y, aquel día, ella está más cansada que en los otros, pareciendo que dormirá hasta al final del viaje, sin nadie que la prevenga.
¿Quizá, estará demasiado cansada?¿Quizá, es sólo una estudiante que pasó la noche estudiando? ¿La tienda donde trabaja cerró las puertas muy tarde? ¿Corrió a tomar el autobús para llegar a tiempo al colegio? ¿No llegó a su clase a tiempo? Una vida ardua. Dos empleos, quizá. Durmiendo en otro autobús. Volviendo a su hogar, durmiendo… ¿Casada? ¿Hijos? Llegando a su casa, cuidando de su familia… de sus hijos… de un marido. La parada está cerca. El autobús, un poco vacío ¿Debo levantarme? ¿Despertarla?
– ¡Hola! Su paradero ha llegado.
Ella se levantaría, asustada. Mirándome con rabia, quizá por el sueño interrumpido.
– ¡Gracias! Ella diría.
La gente mirándome, reprobándome o no ¡Levantarme y despertar una chica que dormía! Vergüenza o cobardía por dar o no ayuda a alguien. Interrumpir las miradas sobre su seno que dormía también.
Un paradero antes, entró un grupo de niños y niñas de un colegio. La algarabía quizá le despertó, yo pensé. Pero no, los gritos de ellos no tuvieron el poder de despertarla. Quizá un golpe mayor del autobús…
El paradero pasó. La cafetería donde ella iba, ha pasado. En el otro lado de la calle, la tienda donde trabaja está abierta ¿Qué hacer para despertarla? La mujer de las orgías, o la estudiante, dormía. Había olvidado, en resumen, por su sueño, sus obligaciones con el trabajo.
El autobús salió, paró en algunos otros paraderos mas allá y ella dormía. El autobús se quedaba más vacío. Los alumnos salieron a la calle y entraron en el colegio. Y ella dormía. La vida se había olvidado de ella y ella de la vida.
Al pasar, enseguida, por una calle donde reparaban un nuevo piso, el olor y el ruido de la arena bajo al autobús, por fin, tuvo el poder de despertarla. Ella miraba por la ventana, sujetando sus cabellos, descubriendo los ojos con una mano, con el dedo al pasar por la frente, como la bella despertada de su sueño encantado, intentando descubrir donde estaba, no reconociendo los lugares y que no debería estar allí en ese momento. Un poco desconcertada, miró a los lados, se levantó. Entendió mi mirada de alivio al verla despierta, pasó las manos en la ropa y se preparó para bajar.
El autobús, finalmente, le liberó. Yo, en mi ventana, miraba aquella extraña pasajera que caminaba por la calle abajo de mí. Sonreía un poco, como si hubiera hecho una travesura, y encontró mi mirada también sonriéndole. Riéndose de mí, quizá, que fue la compañía de su sueño.
Corrió entre los autos en un trafico lento, se movía graciosamente por ellos. Al mirar para atrás, una sonrisa se quedó dibujada en la chica que dormía en un autobús.
Fuente de la foto: morguefile.com
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