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¿Existen límites para nuestro futuro?

        A veces, nos sorprendemos elaborando planes para el futuro. Sin embargo, nuestros planes cambian a lo largo del tiempo aunque sean grandes o pequeños. Cuando somos jóvenes, los planes estiman una perspectiva más larga, más elaborada. Cuando somos mayores los planes nos piden prisa, un tiempo más corto. Entretanto no hay motivos para no dejar de planearlos.
        Los planes sobre el futuro son los combustibles de nuestros días presentes. Los horizontes se acercan conforme nuestra experiencia de vida amplían las probabilidades. Los planes más largos son inmaturos y funcionan según nuestra voluntad e ignoramos los obstáculos, las ocurrencias que aparecen en la caminata: lo inesperado.
        Por supuesto, no debemos cuestionar a Dios sobre nuestros problemas y dificultades. Las piedras en la caminata no son la presencia de Dios para atormentarnos. Otros dicen que son enseñanzas para nuestra vida futura. Pasa lo que pasa, no lo creo, entretanto, que Dios elabore trampas o utilice su poder para enseñarnos como a un padre que pune a sus hijos por las irresponsabilidades.
        No somos imprudentes, somos inexpertos y hasta arrogantes muchas veces. La experiencia nos enseña, y cuando caemos en trampas, ellas son perpetradas por nuestros semejantes y no por Dios.
        No debemos tratar a Dios como si fuera un tonto, pidiéndole para contornear los obstáculos de nuestras vidas, con pedidos absurdos y sin sentido: Dios no es un idiota.
          Sí, podemos hacer lo que nos corresponde y a Dios corresponde su parte. Pero no es así.
      La parte de Dios no es atender a nosotros, porque Dios creo el mundo pero no creo “nuestro” mundo. El mundo que construimos conforme nuestras capacidades e irresponsabilidades. No hay sentido pedir a Dios un coche si él no es un constructor de coches. Y, si le pedimos cosas de este mundo, es seguro que él habrá de sacar las cosas de alguien; el que no sería justo.
      Nuestra experiencia, si deseamos proyectar nuestro futuro, es basada en la sabiduría, en la salud del cuerpo y nuestras ganas. Sin embargo, nuestra tarea es cuidar del cuerpo para avanzar y buscar el conocimiento.
       Los planes son formados a partir de tres puntos: Planear con cuidado y dentro de nuestros límites y posibilidades; atender las necesidades de nuestro cuerpo como él merece y tengamos la fuerza espiritual y física, y, finalmente, la persistencia, que es la capacidad de esperar el momento perfecto para actuar, y no como si el futuro fuera terminar pronto, haciendo las cosas de todos modos.
        Todo eso proviene de la experiencia de vida. El tiempo pasa y debemos vivir el futuro en cada día de nuestras vidas. Nos preparamos todos los días, pues cuando el día empieza tendremos otra oportunidad de estudiar el próximo paso.
        Podemos imaginar cuando la experiencia es demasiada no tenemos más tiempo para el futuro, porque él ha llegado. Percibimos que estuvimos todo el tiempo construyendo cosas, las pequeñas y las grandes, y vamos adueñando un ahorro para el futuro.
       Para algunos sería el capital y patrimonio ahorrados, para otros el momento verdadero y placentero de vivir más intensamente un poquito más.
          Nunca tendremos todo de lo que deseamos, pues nuestra sed es demasiada y no la percibimos. Por lo tanto, hay un secreto en todo eso: mensurar nuestra sed y saber si ella cabe en nuestra existencia.

Origen de la foto: Foto de Drew Beamer na Unsplash

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Nilson Lattari

Nilson Lattari é carioca, escritor, graduado em Literatura pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro, e com especialização em Estudos Literários pela Universidade Federal de Juiz de Fora. Gosta de escrever, principalmente, crônicas e artigos sobre comportamentos humanos, políticos ou sociais. É detentor de vários prêmios em Literatura

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