Escritores
El escritor es terreno desconocido. Algunas veces, cuando conocemos a nuestros escritores, poetas, científicos, personalmente, la figura física no es la misma que tenemos en nuestras memorias. Una vez, mi madre me dijo que ella fue a su primer programa de radio en donde podría conocer, personalmente, a un artista que a ella le gustaba. Y sólo le conocía por la voz. Al verlo se quedó sorprendida, porque él era un hombre bajito y calvo, y no podría ser el dueño de la voz que la envolvía en las tardes.
Los escritores son, también, así. Los que están escondidos en las palabras, describiendo mundo imaginables, no siempre piensan, exactamente, lo que escriben. Flaubert, por ejemplo, no fue un hombre serio y preocupado con las condiciones de las mujeres. Sin embargo, escribió la novela sobre Bovary ser alguien rico, poético, romántico y demostró ser un conocedor del alma femenina. Y junto a él tenemos otros que fueron borrachos o locos viviendo la vida. Seres que expresaron sentimientos perfectos, que encantaron a la gente y no fueron capaces de convencer a ellos mismos.
Los escritores son representaciones. Los escritores, poetas, artistas hablan de seres que a ellos les gustarían ser, describiendo los amores y las historias que nunca vivieron y, quizá, a ellos les gustaría vivirlas. Podemos imaginar si un poeta que encuentra a su verdadero amor y vivir la vida de pareja imaginada, ¿por qué perdería su tiempo por imaginarla y contar a otros, y no se quedaría viviéndola?
No demandes al autor, el escritor que tú tienes en la miente. Mientras los lectores son lectores de palabras y se encantan con ellas, los escritores y poetas son artesanos de una trampa contra ellos mismos.
El placer del lector es el placer del escritor. Al primero le encanta el mundo que le y al escritor le encanta el mundo que creó e imaginó. El lector puede no aceptar el destino del personaje, pero el escritor puede dar a él lo que quiera. Algunos escriben para ser leídos e intentan conocer la idea que el lector desea. Otros sueñan en tener publicaciones, son arrogantes, son independientes, son egoístas, escriben lo que piensan, son rudos con las críticas, escriben para ellos mismos. Son dos maneras de arte y, sin embargo, la fantasía existe en todos.
Felices son los lectores que ven en sus escritores preferidos los lenguajes que no logran decir y les ayudaron a decirlos en los oídos elegidos para que produzcan los efectos deseados.
¿Al final, de dónde tomamos las palabras de amor y aprendemos a decir “te amo”, hacemos rimas, si no aprendimos con los escritores? La paradoja es que aprendemos a decir esas palabras dulces para los oídos deseados, tomándolas de los que nunca pudieran decirlas para sus amadas.
Origen de la foto: Foto de Aaron Burden en Unsplash
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