En las olas del mar
Me dejo seducir, observando las olas del mar, yendo y viniendo, lamiendo la arena, como si fuera un león lamiendo sus heridas después de la lucha. Puedo imaginar que es el mar besando la arena diciéndole que la extraña, o el viajero que ha llegado de un viaje largo y abraza a su amada que se quedó en su espera, y él se pierde en besos, como si intentara justificar su ausencia, o arrepentimiento por algo que hiciera, disculpándose en explicaciones.
Me dejo seducir con los ojos cerrados, oyendo las olas del mar susurrando la misma nota, sin cansarse; de la música que no se debe interrumpir; de los suspiros que tenacean al otro lado amado que resiste a los deseos y caprichos. Puedo imaginar que sea la música que calma el sueño; de una red que se balancea indefinidamente, trayendo los sueños de la juventud; las sonrisas que están en el pasado, y, todavía, retornan.
Me dejo seducir mirando las olas del mar, que van llegando y llegando, como los fotolitos de la película que no se termina, sin el final, y me da la sensación que las quiero que avance, porque estoy perdido en los recuerdos de algo, y sus golpes acompasados son la banda sonora de la película.
Me dejo seducir mirando las olas del mar, hipnotizado, repitiendo el mismo movimiento, el péndulo oscilando en la misma línea del horizonte, dibujando en las arenas un límite, la mano que pasa perezosa y tierna, dejando la tierra limpia y organizada, la pantalla de un pintor que va a llegar y usar su imaginación, construyendo castillos de arena, imágenes de la tierra, sacándolas o restituyéndolas como algo sólido salido de su imaginación tan débil.
Me dejo seducir bañándome en las olas del mar, sintiendo su tierno golpear en mi cuerpo, masajeándolo con la sal de la tierra que fue diluida en las aguas, en la búsqueda del milagro que seque mis lágrimas también saladas: ¿Quién sabrá, de la misma sal que nos han formado?, y a él se junta convirtiéndose el mar en la continuación de nosotros, o de mí, retornando a su origen.
Me dejo seducir entre las olas del mar, dejando el agua girar, dejándome llevar por la corriente hasta donde ella quiera, sin preocuparme con la vuelta, el cuerpo entregándose a una corriente libre y desgobernada.
Y así me voy a perder, ya que la vida, distinta de las olas del mar, no tiene dirección. En la vida, distinta del mar, las olas son descontroladas, son pensamientos distintos que nos forman, que nos transforman cuando defendemos nuestras creencias. Distintamente del mar, la vida no tiene olas, tiene los vientos que cortan, tiene esquinas temblorosas. Y en el mar… en el mar no se tiene esquinas.
Fuente de la foto: https://morguefile.com/creative/Roisema
Suscríbete en el site para nuevos posts
Views: 14