En defensa de la igualdad
Muchos hablan sobre igualdad. Por supuesto, mucha gente habla demasiado sobre ella, que a la igualdad poco se le da. Es como un amigo que a todos le invitan a una fiesta, pero él nunca llega. La igualdad se convirtió igual que esas dietas: a todos les gusta, pero en realidad, es como una promesa que no se convierte en hecho.
Imaginemos por un momento: ¿y si el universo – o el capitalismo – se presenta una falla (como a un bug del video game), y nosotros inventásemos un artilugio – quizás un aparato de igualdad – que pudiera dar a todos: una familia estable, buenas escuelas, un curso de inglés gratis y hasta WIFI que no se cae? ¿Todo se quedaría bueno, no es así? Pero ahondemos:
Muy lindo… y asombroso para algunos. Porque si todos tuviesen las mismas oportunidades, los genios ocultos en los pequeños rincones del mundo, finalmente florecerían. ¿Y cuáles serían las consecuencias? ¿Cómo los demás que hablan “mi éxito es solo mérito” competirían con un chico que proviene de rincones pobres, lejos de las ciudades, que hace cuentas sin utilizar el papel, solo el cerebro, o utiliza pequeños pedacitos de madera para cálculos de matemática? La diferencia es que aquel chico nunca podrá competir con las mismas herramientas de los chicos de las ciudades, y se quedará oculto.
¿Es justo ser un campeón cuando solo uno tiene zapatillas, no es?
No pasa nada, tranquilo, no nos desesperemos. Esa perspectiva es solo una simulación, una utopía. Al final de todo, muchos continúan hallando que es “solo esforzarse” aunque la competencia sea similar a la película Los Juegos de Hambre con patrocinadores, armaduras y banquete, y otros descalzos y hambrientos.
Ahora, seamos honestos. Hay quienes imaginan la igualdad algo muy radical. Porque si todos tienen las mismas oportunidades ¿cómo es que algunos van a sentirse especial porque hicieron intercambio en los Estados Unidos y logran pedir al mesero un café, en francés? ¿Cómo perpetuar un aspecto de “persona exitosa” si todos pudieren ser lo mismo?
Entonces tenemos un dilema: la igualdad se nos parece algo muy lindo… hasta que nos impida de abrir la puerta donde está nuestro privilegio. Es como invitar a todos para una fiesta y percibir que el espacio no es suficiente para todos en los salones VIPs.
Y no vamos a comentar que la “genialidad es un privilegio particular”. Porque si hallamos que la inteligencia elige el color de la piel, el apellido o un rincón particular para establecerse es una idiotez que se explica con WIFI débil o pruebas malas durante el periodo de escuela.
¿La verdad? El mundo pierde su esencia cuando impide a los talentos que provienen de hogares pobres y sin pedigree puedan manifestarse. ¿Vamos a imaginar que el próximo Einstein está cerca vendiendo bocadillos en las señales de trafico? Pero como nadie le ha dado una oportunidad, la humanidad va a sufrir culpando al horóscopo.
Al final de todo, la igualdad es una pesadilla… pero solo para quienes piensan que dividir el espacio es perder el brillo. Sin embargo, la desigualdad para los exitosos es la pesadilla que los mantienen alertas y asombrados.
Origen de la foto: Foto de Clay Banks na Unsplash
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