El poder de la imaginación
Si dibujo todo lo que imagino, dibujo todo también en palabras, dibujo curvas y líneas como si crease un cuerpo femenino. Estos cuerpos que tenemos en la imaginación y que se asemejan al sueño y viven fuera de la realidad de los trazos incomprensibles de un cabello que sus dueñas supuestamente tendrían.
Si el lápiz se desliza sobre el papel, subiendo y bajando como las gotas de lluvia que caen del cielo, los colores, esos colores que deambulan por el mundo se convierten en cautivos de mis deseos en la búsqueda de alguien que no conozco. Sin embargo, que él existe en mis adentros cuando cierro los ojos.
Soy amante de las curvas que se suceden provocándome mareos y giros en mi mente. En medio de las curvas que dibujo están las que se parecen con la sonrisa que provoco en tu boca cuando estoy mirándote.
Entretanto, tú no tienes la mínima idea del que pienso. Porque tú eres un dibujo que aún no he terminado. Te voy completando cada línea, cada contorno de tu cuerpo, porque la figura que emerge es la medida de todas las cosas. Y voy manejando el lápiz cuando me acuerdo cada detalle de tu cuerpo.
Falta el alma que perfeccione todo. Una nube no logra, de repente, poseer vida. Es como un abrigo que nos oculta y nos quedamos lejos de todos. El dibujo toma forma pero no tiene alma. Y por no tenerla, seguramente no tiene la menor idea de dónde empieza y dónde termina, al fin y al cabo, la contienda.
Cada punto que escribo venido de la imaginación es más una parte tuya que invento. Dibujar es realizar descubrimientos incomprensibles. Porque no soy el señor del lápiz del destino. Y la curiosidad es la puerta que se abre y, cuando se cierra, es el escondite perfecto del dibujante voyeur.
Y pronto el dibujo final. Intento encontrarlo en los rostros y cuerpos en las calles, buscando en cada uno de ellos mi dibujo y, al final, cerrar la búsqueda;
Todavía, no encuentro a nadie que se parezca con él. La frustración que siento es pensar que no supe dibujar como tú serías. Vuelvo al papel en donde está tu rostro. Intento dibujar otra sonrisa pero me aburro cuando veo que tu sonrisa amada es la que me mira con ojos de búsqueda paciente. Como si me dijera que no deje de buscarte porque alguien en las calles será como tú.
De tanto mirarte y dibujarte imagino que la búsqueda es inútil. Veo que la realidad de gustarte es más mía que suya. Y que a mi me gusta gustarte y pensar que la que deseo no existe. Y podemos enamorarnos de un espejismo, como un viajero perdido en el desierto con los ojos llenos de arena, viviendo en la oscuridad.
Sentir la sed provoca la obsesión del peregrino apasionado por la caminata. Del viajero loco por el paisaje, aunque sea intangible. Y es posible enamorarse de la simple figura que generé solito.
Origen de la foto: Foto de Louis Maniquet na Unsplash
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