¿Dónde será la fiesta?
Nadie aprende a bailar si pasa el tiempo delante del espejo repitiendo los mismos pasos errados, creyendo que los hace correctamente. El baile, aunque sea aquello que bailamos solos, necesita de un público para celebrarlo o abominarlo, señalándonos alegría o descontento. Para bailar es necesaria una mano con dos caminos porque en todas los bailes existe la conexión, el pacto entre dos.
Nadie logra imaginar bailar solo, a menos que sea un egoísta o un egocéntrico. Cuestionarse es muy importante porque todo es limitado y nadie vive solo en el mundo. Necesitamos un punto de referencia para establecer un sentido crítico sobre nosotros mismos.
Para bailar es necesario mostrarse en las fiestas, buscando a alguien que desee compartir nuestros deseos o para que alguien nos invite a bailar para compartir los suyos. Existen algunos que son celosos de sus bienes, de sus conocimientos, como si ellos fuesen los más originales del mundo. Algunos escriben, otros pintan cuadros, otros componen melodías o, simplemente, existen aquellos que mantienen sus creaciones en el fondo de un cajón, y el temor de que sean copiados los convierten en anónimos por toda la eternidad.
Para aprender a bailar es necesario luchar, cuestionar y ser cuestionado. Nosotros nunca conoceremos lo que somos si no nos comparamos con los demás. Somos puntos de referencias cruzados.
¿Y dónde será la fiesta?
El gran salón de fiesta es el mundo donde vivimos porque nos encontramos en la mezcla distinta de sentimientos, pieles y rostros. Cuando nos ponemos una ropa para salir a la calle, se nos parece intangible nuestra apariencia que, sin embargo, será confrontada por los demás. Así, no salimos a la calle sin preparación porque vamos a aguantar las críticas, y criticas terribles.
Es decir que en la vida, criticamos y somos criticados y eso es parte de nuestra vida cotidiana. Y nuestra vida cotidiana es el confronto y no solo la estética de nuestros pensamientos. Si estamos junto a otros compartimos nuestros sentimientos, y somos una burbuja que juzgamos ser el centro del universo, del mundo conocido.
En una fiesta de verdad las mezclas son muchas. Y ese confronto de cosas distintas es donde crecemos y nos agigantamos. El principal critico del bailarín es él mismo. Si sabemos que no somos buenos bailarines tenemos que aprender a bailar. Aprendemos con los demás y esa es la gran lección que la fiesta nos da.
Salir a bailar debería ser nuestra motivación de vivir y salir para aprender lo que juzgamos, en nuestros escondites secretos, ser lo mejor. El mundo es mayor que nuestros deseos y es necesario conocer nuestro interior. Y para esparcirlos tenemos que vivir en igualdad, abandonando nuestros deseos más mezquinos.
¡Qué te vayas a bailar!
Orígen de la foto: Foto de Adi Goldstein na Unsplash
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