Cosas simples
Buscar la receta para encontrar la vida buena que deseamos es el atractivo de muchos. Existen libros, expertos sobre el asunto que buscan o dicen buscar la puerta de la felicidad, como si buscara algún tesoro perdido. La receta existe en algún lugar y sólo tenemos que rumbar hacia ella o seguir al guía espiritual que va adelante para mostrarnos las sendas.
Comprendemos que somos libres. Libres para eligir casi todo: un lugar para viajar, un lugar para vivir y el amor para compartirse en pareja durante nuestras vidas. Somos libres y estamos aislados de todo por cuenta de nuestros límites económicos (actividades laborales, financieros), físicos (algunas veces enfermedades, discapacidades) o, simplemente, pereza, afectos (hijos, madre, padre, mujer). Somos libres y prisioneros, a la vez.
¿Qué hacer?
Quizá, no debemos esperar el mundo abrirse para nosotros y al contrario abrirnos para él.
En lugar de criticar al otro, hacer de nuestras experiencias los modelos, a través de las dificultades que experimentamos durante nuestras vidas, y querer imponerlos en el colectivo, tenemos que respetar los límites del otro, incluso los límites geográficos, físicos, emocionales y económicos. Comprender al otro, al final de todo. Y no imaginar que los que están más adelantados sean modelos para nosotros, tampoco. Son experimentos distintos.
Vivimos rechazando los peligros que es vivir en sociedad. Establecemos estrategias, somos competentes para rechazar problemas, calles oscuras, conversaciones raras con personas desconocidas que se acercan a nosotros. Mantenemos nuestros bienes junto al cuerpo, nuestra cartera, documentos, estamos siempre vigilando nuestras pertenencias. Es así nuestra libertad. Siempre rechazamos las maravillas que están adelante de nosotros porque siempre imaginamos que hay algún peligro escondido.
Algunos dicen que los pensamientos positivos son la magia para encontrar la felicidad. Si pensamos positivamente lograremos alcanzarla: ¡esta felicidad! No debemos rechazar todo lo que la vida nos trae. No debemos rechazar el amor, siendo el amor al prójimo, a los animales, por el paisaje que tenemos delante de nosotros, que son las otras maneras de amar.
A los que tienen la mente abierta para el mundo aman con la misma intensidad a sí mismos, al otro y sus espacios y historias pueden estar próximos a la felicidad, que existe en las cosas simples. Una salud mental sintonizada con sus tiempos de vivir.
Fuente de la foto: Photo by Florian Klauer on Unsplash
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