Bienvenido a lo desconocido
Alguien golpea la puerta. Me pregunto quién sería aquel o aquella que intenta importunarme, ya que estoy confortable conviviendo con lo desconocido, que a mi me gusta tener delante de mis ojos. Justamente yo, que estoy aquí viendo el mundo cómodamente, sin movimiento, sin dinamicidad, viviendo en las aventuras de otros que son los aventureros en mi lugar. Conociendo tierras distantes, charlando en lenguajes con la gente desconocida, aunque no sea yo, hablando sobre las informaciones que los periódicos traen, con sus lenguajes propios de cambiar la verdad, describiéndola conforme a sus intereses o de otros, no de los míos.
Veo ese desconocido y no deseo conocerlo, seriamente, porque ese desconocido a mi me trae el conforto, viene a mi sin pensamientos ordenados: sólo es un ser desconocido, y por no conocerlo, completamente, es una manera simple de conocer, celebrarlo por ser aquello que yo compro viéndolo en la TV, leyendo los periódicos, y la ficción que se esparce en palabras delante de mis ojos.
Golpean la puerta, nuevamente, y mi impaciencia va al límite. ¿Después de todo, quién será aquel o aquella que viene a trastornarme en aquella hora, o en otra cualquiera? Me levanto y me voy hacia la puerta, listo a expulsar aquel desconocido que quiere decirme algo.
Delante de mí, alguien se presenta y dice: Soy lo desconocido. Por su insistencia en buscarme, a mi me gustaría conocerlo, finalmente.
Me espanto, por ver alguien que sería aquel o aquella, sin una cara, sin una sonrisa; sin embargo, con una voz venida del desconocido comportándose como gente.
¿Qué quieres? ¿Qué le digo al desconocido, que no existe y tiene la capacidad, las ganas, o que sé yo, de venir, todavía, hasta mi puerta, golpearla secamente, y presentarse como lo desconocido, deseando conocerme?
¿Entonces, yo te conozco, pero usted no me conoce? Qué extraña paradoja es esa, de no conocerme, y aún así tener la curiosidad para venir hasta mi puerta? Yo le dije ¿Qué quieres, indeseada visita a esta hora, que sería inadecuada en hora cualquiera, qué me lleva hasta mi puerta tan tristemente?
Él me dijo que le gustaría llevarme hasta lo desconocido. Para caminar con los pies desnudos por una tierra extraña y colorida. Para mirar las nubes pasando hasta donde mi mirada jamás alcanzaría. Para mojar las manos en las aguas que se deslizan y yo desprecié. Para ver las sonrisas y lenguajes distintos, y aunque sin comprenderlos, a mi me parecería un diálogo extraño, utilizando mímicas y gesticulaciones. Para sentir otros olores, y probar otras comidas, para ver el paisaje extendido por horizontes donde el sol se duerme, el mismo sol que se aparece en todos los lugares. Para ver el otro lado del puente, lo que está más allá, después de la montaña distante. Y completó: Soy la curiosidad y vengo a curarte para siempre.
¿Debería decirte, bienvenida? Yo no sabría el porqué. ¿Y si yo lo conociera, cómo existiría lo desconocido?
Ante todo, es necesario tener coraje, para enfrentar lo desconocido que se extiende delante de nosotros. Prepárate, anímate, y ven. Al final, llénate con el coraje y haz conmigo el viaje definitivo, y entiende que habrá siempre un desconocido para conocerlo, como la aventura que se desarrolla en hojas y páginas, recuerdos; vivir lo desconocido es hacer historia. Y yo estoy aquí para llevarte, y que descubras con tus propios ojos, para reflexionar con tus propias palabras. No te cubras más con esta manta, donde tú, cobardemente, te acuestas. Mirando al mundo siempre con los ojos y las palabras de otros, sin criticar las informaciones que tú recibes, para ver el mundo y comprenderlo como sólo el mundo puede serlo.
Fuente de la foto: morguefile.com
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