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¿A quiénes cambiar?

        Nosotros deseamos el cambio de nuestras vidas y del mundo. Deseamos cambiar de barrio, ciudad, país, los muebles, el tamaño de la TV, la ropa, los amores, la familia … tantas cosas.
       Cambiar es bueno, siempre. Son los cambios en el mundo que lo hacen avanzar, de una manera buena para algunos, muy buenas para pocos y, principalmente, es necesario para muchos. El cambio siempre tiene un lado que es bueno para un grupo y no tanto para otro.
        A lo largo de la Historia, la humanidad sigue un camino, supuestamente, hacia el futuro. Tecnológicamente es positivo, porque las maquinas nos ayudan para que nuestro tiempo sea ocupado por otras cosas. La existencia de la maquina va al encuentro de nuestras necesidades y la manera que el tiempo libre se presenta debemos eligir qué hacer con eso. ¿Un poco engorroso, no es? Yo puedo explicar: cambiar es conectarse con el equilibrio entre el espacio y el tiempo. En el mundo los espacios son pocos y por eso el tiempo debe ser aprovechado al máximo. Utilizamos el tiempo con la ayuda de las maquinas, intentando aprovechar el espacio de la mejor manera posible.
      Aprovechamos el espacio y le damos nuestro mejor, a la vez él disminuye, siendo abarcado por la multitud, las viviendas y nos convertimos pequeños, imaginando que crecemos en cualidad y tiempo de vida. Sin percibir, renunciamos de alguna cosa (un espacio mayor para vivir), a cambio de tecnologías que, supuestamente, nos permiten aprovechar mejor el tiempo. Es un cambio en la manera de vivir y es una paradoja.
        Cuando deseamos cambios, que sean políticos, sociales u otros, siempre los vemos según nuestros puntos de vista. Por lo tanto, es personal lo que sería bueno para todos. El desorden aparece porque cada uno tiene un punto de vista ideal, que sería bueno para todos. ¿En realidad, deseamos cambiar el mundo? ¿O cambiarlo para nosotros?
        La verdad es que deseamos una igualdad y un tipo de patrón llamado vivir. Y la cuestión es si deseamos renunciar a nuestros beneficios a cambio de mejorar la vida de todos.
       A los que tienen veinte mil millones desearía cinco más, que no parece ser una tarea difícil. A los que tienen veinte millones, les gustaría tener cinco más, que no parece ser difícil tampoco. A los que tienen veinte mil les gustaría cinco más, que parece un poco más difícil. A los que tienen solo veinte les gustaría cinco más, que se convierte en una tarea aún más difícil. A los que nada tienen y les gustaría alguna cosa, la tarea se convierte en imposible.
      Entonces, al último se quedará listo para tomar los bienes de otros. A los que nada tienen, estoy seguro, imaginan que los millonarios son inalcanzables y por eso se acercarán a los que nada tienen o tienen poco.
         Como los millonarios parecen desear que ese equilibrio se mantenga, sólo tienen que pedir cambios los que nada tienen. Y jamás ocurrirá eso. Al final, los que tienen bienes y una vida confortable pueden decir: ¿Porqué cambiar? Si para mí está todo bien. ¿Si todos que tienen hablan en igualdad y a la vez desean mantener sus bienes, porqué deberíamos cambiar? Entonces, para pedir cambios tenemos que dar alguna cosa. ¿Quién va a hacerlo?

Origen de la foto: Foto de Steven Ramon na Unsplash 

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Nilson Lattari

Nilson Lattari é carioca, escritor, graduado em Literatura pela Universidade do Estado do Rio de Janeiro, e com especialização em Estudos Literários pela Universidade Federal de Juiz de Fora. Gosta de escrever, principalmente, crônicas e artigos sobre comportamentos humanos, políticos ou sociais. É detentor de vários prêmios em Literatura

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